Hoy me apetecía traeros algo diferente, algo que
escribí hace ya tiempo y que me apetecía compartir. Espero que lo
disfrutéis y que os guste :)
Pepa. xx
Números. Nos encanta
contar, medir, cuantificar, expresar mediante fórmulas matemáticas. Somos
capaces de transformar cualquier momento en una simple ecuación, reducimos todo
a estadística, a probabilidades. Nos gusta conocer nuestras posibilidades.
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Ya no existe el azar, la
suerte ha sido sustituida por el tanteo. Ya no cruzamos los dedos cuando
deseamos algo, sino que calculamos las probabilidades de error que tenemos.
Pedir deseos a las estrellas es cosa del pasado, si las posibilidades no
alcanzan el 50%, mejor dejarlo. La estadística no engaña.
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Odio las matemáticas, no
dejan espacio a los sentimientos, a las casualidades, al cambio. Una obra de
Shakespeare puede ser interpretada de infinidad de formas, en función del
estado de ánimo o de la situación del lector, pero las matemáticas no: 2+2
siempre serán 4, independientemente de lo que tú sientas. Aburrido, ¿no? Los
números son lógicos, racionales, realistas, secos, constantes, invariables.
¿Por qué nos empeñamos en reducir nuestra vida a algo tan diferente de nuestra
naturaleza? ¿No será mejor medirlo todo con purpurina, nubes de azúcar o
sonrisas? Ese sí que sería un buen método… "¿Qué posibilidad tengo de
convertirme en astronauta? Una entre un millón. Ya, pero ¿de qué tamaño sería mi
sonrisa? Ajá, merece la pena".
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Pienso que la estadística
omite parte de la verdad. Cuando nos quieren asegurar algo jamás nos dan el
100%, siempre obtenemos una cifra en torno a los 98-99%...para salvarse las
espaldas en caso de error. Me pregunto en qué estadísticas seré yo ese 1%,
estaría bien saberlo, sentirse especial, diferente al resto del rebaño. En realidad la
estadística es solo un intento de medir el nivel de agua que hay en la
botella…medio vacía. No me gusta verlo así, prefiero hacerlo a ojo y decidir si
hay demasiada agua dentro para mi gusto. Si me dan la opción escojo poner la
botella en horizontal y simular que hay más agua de la que hay en realidad, y
los números, claros, sinceros y crudos, me impiden hacerlo.
Qué le voy a hacer, soy de
letras. Me gusta cruzar los dedos, pedir deseos a las estrellas fugaces, soplar
molinillos de viento y dejar volar las pestañas caídas. Confío en mi suerte, en
mis posibilidades, y si la fortuna me escoge daré las gracias y disfrutaré del
momento. Al fin y al cabo, he llegado hasta aquí gracias a deseos y sueños
cumplidos, y creedme cuando os digo que jamás he comprendido una tabla de
probabilidades.
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Al final, las cosas que
nos hacen sentir especiales, felices y únicos son las más improbables: aprobar
un examen que habíamos dado por perdido, que haga calor un día de Febrero o
encontrar el amor en alguien cercano. ¿Qué tiene que decir la estadística al
respecto?